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viernes, 13 de agosto de 2010

HEROES Y VILLANOS

Por: Jose I Ros.- (jros@ibolution.net)

Nos faltan Héroes. Nos faltan Ejemplos. Nos faltan Líderes… Y nos sobran Villanos. 
   Sí, sobran Tiranos, Expoliadores, Corruptos… Sobran Políticos, muchos, demasiados. Sobran iluminados, patosos, estafadores, torpes, obtusos, sorprendidos… Sobran políticos y nos faltan auténticos líderes. Sobran malos ejemplos y falta admiración. Humildemente creo que este país-tierra-nación aún no ha entendido lo importante que es la política. Y humildemente creo que hay una serie de conceptos, sentimientos y valores que andan moribundos y mal haríamos si los dejáramos fallecer. El sentido de la Responsabilidad Política es uno de ellos.  El sentido Patriótico es otro de ellos. Se dice que la historia la escriben los Vencedores; paupérrima y mediocre historia estamos escribiendo en estos años, pues han vencido los especuladores, los estafadores, los corruptos… ¿Qué historia hemos escrito en la última década?
   Y, desgraciadamente, parte de esta mediocridad general la debemos al sentido patriótico del que adolecemos. Pero… ¿dónde vamos a buscar inspiración para sentir éste necesario sentimiento? No, no tenemos héroes, ni líderes, ni tan siquiera buenos ejemplos. Sólo Villanos. ¿Por qué vamos a sentir nada por una patria que dirigen y se intercambian y se pugnan una clase política de la que desconfiamos y comprobamos (diariamente) que nos han robado? Unos se llenan los bolsillos a manos llenas y otros tienen que cerrar su cafetería. Unos dejan de cobrar el paro y a otros les ponen sueldo vitalicio, escolta, despacho y secretaria para su jubilación… No, desgraciadamente, cuando más lo necesitamos, nuestro sentido patriótico ha sido machacado y no parece haber nadie con la autoridad moral y política suficiente para pedirnos que luchemos por nuestro país. Y, cuidado, políticos buenos, como las meigas, haberlas “hailas”, pero quizás deban estafar o recalificar o “corruptear” algo para que salgan a la palestra…

   Siempre he admirado y, porqué no decirlo, envidiado a aquellos países con fuerte orgullo patriótico. Si, esa sensiblera pose de las películas americanas que solemos criticar, a mí me emocionan, lo confieso; pero normalmente produce cierto escozor, más por que somos incapaces de sentirlo o entenderlo que otra cosa. Y la verdad, tan mal como hemos hablado de los Americanos y con sus grandes defectos, en otras muchas cosas deberíamos aprender de ellos.
   Muchas veces busco las razones de esta carencia, de este adormecido sentimiento patriótico, y sólo llego a una conclusión: Nos faltaban héroes.
   Y los heroes suelen surgir en crueles batallas, en guerras sangrientas, en represiones, esclavitudes, en gestas épicas que curten los corazones de los protagonistas y reblandecen los de sus representados.
   El sentido patriótico se fragua en las emociones que transmiten los representantes de un pais, ya sean soldados, políticos (sí, también algún político) y, gracias a Dios, últimamente también los deportistas.
   Norteamérica forjó gran parte de su orgullo patrio con sus soldados enviados a la II guerra Mundial. En la misma Guerra, los franceses, ya orgullosos con su Revolución, relanzaron este sentimiento con su Resistencia frente a la invasión Nazi. Los Rusos con su Stalingrado…Pero nosotros, mientras aquellos forjaban sus espíritu y orgullo como nación, nosotros nos matábamos los unos a los otros o lamíamos las heridas infringidas por nuestros hermanos mientras mascábamos odios (naturales). Y desde entonces, picamos la piedra roja de las plazas no para limpiarla o reconstruirla, sino para dividirnos. Construimos un muro, cavamos una zanja que aún hoy permanece. Los villanos de aquella época fueron todos, no, no tuvimos héroes. Los héroes deben ser globales, unen, no dividen, los héroes no tienen colores porque la honorabilidad y el Valor nacen de los corazones humildes, generosos y pacíficos.
No, no tuvimos héroes, no tuvimos ejemplos que admirar orgullosos y compartir con el vecino sin miedo a herir susceptibilidades. Y desde aquello, solo tenemos como herencia los bandos de nuestros valientes abuelos, nuestros colores adquiridos por tradición familiar, los rencores y dolores de los caídos, encerrados, ajusticiados, asesinados, deportados…. Tanto de unos como de otros. Y muchas veces esa herencia es tan plomiza que impedimos a las generaciones venideras el Juicio Objetivo al menos, o el perdón y reinicio, como mejor tesoro heredado. No, de aquella tenebrosa época no nos han quedado Héroes, tan sólo un País-Tierra-Nación dividido en dos colores. Y nuestros padres heredaron el color de sus padres; y nuestros hijos, si esto no cambia, heredarán el color de sus abuelos. Y cuando la brisa es leve, podemos conversar de todo con el rojo o con el azul, incluso de Política. Pero cuando el viento arrecia…, el color interno, el color heredado, se vuelve más vivo y nuestras charlas más escuetas.
   Y ante la ausencia de Héroes, de ejemplos que podamos compartir unos y otros… ¿Donde vamos a encontrar la excusa para unirnos en los momentos difíciles?
   Pues, relativamente hace poco, en éste verano de 2010, hemos encontrado esa excusa. Ese ejemplo de unión. Algo que podemos compartir y charlar con el rojo y el azul y ambos sentirse orgulloso. Encontramos ejemplo de “gobernante” humilde, de liderazgo admirado, de lucha, de insistencia, de justicia, de sencillez, de Unión. Surgieron un grupo de soldados, que nos dio por empezar a llamar héroes como el que pone un apodo amistoso pero que se han ganado ese calificativo no por la guerra que ganaron, sino por lo que en su País-Tierra-Nación han conseguido: El resurgir del orgullo patriótico. El ondear de mil banderas sin miedo a ser tachado de nada, a entonar un himno “alétrico” sin parecer simple mofa, a sustituir a nuestro machacado y bufoneado Curro Jiménez.
   Sí, esos soldados, vencedores de una guerra como deberían ser todas las guerras, es decir, sin muertos ni sangre(aunque alguna salvajada si hubo...), sin balas ni fuego ni humo, fue un simple grupo de deportistas, fue la selección nacional de futbol, compuesta por bastantes colores heredados (seguro) que se quedaron en un cajón y que no viajaron a Sudáfrica. Bajo el mando de un gobernante silencioso, humilde, de voz pausada y mucha paciencia; con el liderazgo de un sencillo “tío” de barrio que tiene como mejores compañeros a alguno de sus supuestos “enemigos” deportivos, natural, espontáneo y claro; con una retaguardia sacrificada y luchadora, con una medular inteligentemente generosa, con una vanguardia efectiva y letal, pero sin abusos ni prepotencias y con una reserva preparada y dispuesta… Y mientras escribo esta descripción, pienso que este equipo sería un grandísimo ejemplo para Gobiernos y Oposiciones…

   Reconozco que al principio, aunque lleno de una inmensa alegría al ver levantar al capitán el trofeo, pensé: Vaya la que vamos a tener durante un mes… (y soy muy futbolero) Héroes por aquí, héroes por allá. Sí, ignorante pensé que exageraríamos como siempre. Pero cuando vi la “exagerada” llegada de los héroes, cuando vi las calles de Madrid exageradamente teñidas de rojo y gualda allá por donde se mirara, cuando vi como las gentes, con sonrisa exageradamente gigantesca y olvidada cantaban al paso de los héroes, volví a pensar: ¡Dios mío! ¡Cómo necesitábamos algo así!

   Y quizás es ahí donde debemos buscar nuestros héroes. Si, mucho mejor. No hacen falta guerras ni revoluciones, ni sangre ni guerras sucias. Prefiero que mis hijos tengan en estos deportistas a sus héroes admirados antes que en Soldados o Políticos. Para mí ya suponen un ejemplo: Rafa Nadal, Pau Gasol, Fernando Alonso, Alberto Contador, La selección Española de futbol… Sí, son nuestros héroes, son ejemplos que admiramos, que representan a nuestro país, nación, tierra y que nos unen bajo el mismo símbolo, bajo la misma emoción, bajo el mismo sentimiento orgulloso de pertenecer a esta tierra. Héroes surgidos en una singular batalla, sin muertos, ni viudas, ni huérfanos, ni prisioneros, ni sangre, como deberían dirimirse todas las guerras, cualquier diferencia, donde un soldado bajito que parece cualquier cosa menos un soldado ( y tampoco deportista), un tipo humilde, honrado, currante que, casualidades de la vida, no era ni del norte ni del sur, sino de un desconocido pueblo de una a veces olvidada región, trastocó nuestra vaga percepción patriótica con una simple estocada. En ése pequeño instante, en ese gran momento, todos saltamos y nos abrazamos al rojo y al azul, al abuelo de historias tristes y al padre de recuerdos dolorosos. Alzamos la bandera de nuestro país-tierra-nación y en esos segundos sublimes, 23 soldados, y todo un país gritó de alegría sintiendo la victoria, sintiendo el orgullo, sintiendo la unión como hace demasiado que no habíamos sentido. Si, quizás fueran unos segundos o quizás aún perdure, pero nos unimos como país y nos creímos invencibles…

   Y ahora, tras la resaca, pasado un mes y bajo algo más de serenidad y menos euforia, me enorgullece y sonrío cuando paseo por la calle y aún ondean en los tejados, balcones y las antenas de los coches la bandera de mi país. A unos les ha costado sufrir una guerra para dejar ondeando una bandera en la ventana de su casa, sintámonos privilegiados que sólo hemos tenido que ganar un Mundial de Futbol para demostrar sin reparos el amor a nuestro país-tierra-nación. Unos no la quitarán por la memoria de la guerra sufrida, nosotros mantengámoslas en alto para recordar lo que sentimos estando unidos. Porque entonces, cuando paseemos por la calle y veamos ondear una bandera en un tejado, recordaremos aquél instante sublime, esa estocada precisa y lo invencibles y unidos que nos sentimos y seremos conscientes que con ese espíritu podremos vencer a los villanos. Nos daremos cuenta de lo importante que es la política, lo imprescindible que es una clase política silenciosa, entregada y unida. Humilde como un tal Vicente, cercana como un tal Iker, Luchador como un tal Carles, sacrificada como un Sergio, Inteligente como un Xavi, ordenada como un Xabi, de largo recorrido como otro Sergio, efectivo como un David, y con soluciones para los momentos difíciles, elegantes y precisas como las estocadas de un tal Andrés.

    Mantengamos este espíritu, mantengamos esta ilusión, mantengamos este  sentimiento y dejemos las banderas en los tejados y balcones, que es imprescindible y necesario que recordemos que una vez vencimos y que podemos hacerlo otra vez.